Dermatitis atópica
La dermatitis atópica es una enfermedad crónica inflamatoria de la piel en la que se altera la función de barrera de la piel perdiendo agua fácilmente y permitiendo la entrada de diferentes alergenos y patógenos. Afecta con mayor frecuencia a niños pero también afecta a adultos. Sus causas son múltiples, los antecedentes familiares de alergia (dermatitis, asma o rinitis alérgica) y las mutaciones genéticas son los factores de riesgo más frecuentes.
La dermatitis atópica es considerada como la primera manifestación en muchas ocasiones de la marcha atópica. Son pacientes con alto riesgo de desarrollar rinitis alérgica, asma y alergia a alimentos. Si son identificados a tiempo se pueden realizar medidas específicas y tratamientos modificadores de la enfermedad.
¿Cuáles son sus signos y síntomas?
Las primeras manifestaciones clínicas de la dermatitis atópica suelen aparecer en la infancia.
Se trata de una piel seca, con picazón intensa durante gran parte del día y lesiones eccematosas. Hay hiperreactividad de la piel a diversos estímulos ambientales, incluidos alergenos del aire, alimentos, irritantes e infecciones.
Según la edad y gravedad de las lesiones se presenta en diferentes distribuciones enrojecimiento de la piel, exudado de líquido seroso con formación de costras y engrosamiento marcado.
¿Cómo se hace el diagnostico?
El diagnóstico de dermatitis atópica es clínico, se basa en la historia, la morfología y la distribución de las lesiones cutáneas y los signos clínicos asociados. En ocasiones es necesario incluir determinadas pruebas diagnósticas como la biopsia de piel, exámenes de laboratorio, prick test y prueba de parche para excluir otras enfermedades y detectar posibles agravantes o desencadenantes de la enfermedad.

¿Cuál es el tratamiento?
El objetivo es el control a largo plazo de la enfermedad, con disminución de las exacerbaciones inflamatorias y de las complicaciones por infecciones o medicamentos.
Se requiere un enfoque integral que implique la eliminación de factores exacerbantes, la restauración de la función de barrera de la piel y la hidratación de la piel, la educación del paciente y el tratamiento farmacológico para modular la inflamación de la piel.
Se deben tener cuidados especiales de la piel en la rutina diaria para restaurar la función de barrera de la piel:
- Baños cortos (>5 min)
- Secar la piel sin frotarla
- Aplicar emoliente inmediatamente salga del baño
- Baños con hipoclorito (en la concentración que indique el médico)
- Evitar irritantes mecánicos y biológicos como exfoliantes, esponjas, ropa ajustada, fibras sintéticas, perfumes
- Evitar contaminantes: humo del tabaco, ácaros, polución
- Tener las uñas cortas para evitar infecciones por rascado
- No usar jabón sobre la piel a diario, solo en axilas y genitales
La hidratación es el pilar fundamental para la restauración de la función de barrera de la piel, logrando mejorar la capacidad de esta para retener el agua y mejorar la sequedad. Se ha evidenciado que la hidratación disminuye la necesidad de medicamentos para el control de la enfermedad.
Medicamentos inmunomoduladores son necesarios en la mayoría de los casos, se buscará en todo momento que sean seguros y tengan la menor cantidad de efectos adversos tanto en la piel como sistémicos.